La tarde del Jueves Santo, olor a clavel y nardo, en noche se va cerrando.
Es el rojo de la sangre con el verde esperanzado, quien perfila capirotes en la textura del raso.
Es el frío de la noche sin quererlo nazareno, quien tu cirio va apagando. Y tú luchas fuertemente, por mantener esa llama, que a tu Dios hoy va alumbrando.
A lo lejos sale el paso. Aquel humilde cordero, en el pretorio injustamente juzgado, busca sereno la muerte, caminando entre la gente, que esa muerte ha sentenciado.
Es Él y no Barrabás a quien llevan prisionero, ultrajado y maltratado, y Guadalcanal como Pilatos, ha vuelto a lavarse las manos.
La tarde tiende su manto
las espinas de tu frente
fuertemente están luchando
por convertirse en claveles
la noche del Jueves Santo
se rompe en destellos verdes.
los tejados de Santana
esperando para verte.
Es tu espalda lacerada
reflejo de tu martirio
y la luna enamorada
va llorando en su delirio
cuando la noche cerrada
vierte su aroma de lirios
A paso lento custodiado
maniatado y prisionero
siendo tu Dios justiciero
¿por qué te llevan amarrado?
Quiero ser brisa temprana
que en esta noche serena
pueda romper las cadenas
que van lacerando tu espalda
y el reguero de la sangre
que tu cuerpo va surcando
sea luz que nos alumbre
para doblar la rodilla
ante tu presencia divina
prodigio de maravilla
de un pueblo que se presigna
que es la fuente cristalina
del manantial que ilumina
este rincón de Sevilla.
Noche cerrada en pena, en desconsuelo y desencanto.
Es el dolor de María tan profundo y tan humano, arropado por la noche que nos brinda el Jueves Santo, quien me lleva entre lágrimas de mis ojos empañados, a ese mundo oscuro y triste, temeroso y solitario.
donde la pena se instala sin poder desterrarla.
Donde ni un solo rayo de luz quiere venir a iluminarlo.
Donde el frío del invierno, deja los huesos helados
y ni un suspiro de aliento, por un sentimiento esbozado
fluye por la garganta, para ser exhalado.
Es el llanto que no aflora y mi pecho va quemando.
Entre varales de palio una madre va llorando
y esas lágrimas divinas, que sin querer va derramando
son como rayos de sol , que en mi pecho se han filtrado
para que suspire mi voz y pueda brotar mi llanto.
Como buscaba la noche la aurora del Viernes Santo
entre la fuente de la plaza y la arboleda del palacio
entre verdes capirotes, algodonados de raso
y en la sombra de una cruz que a la madre va llamando
Cruz te pusieron por nombre
por aquella redentora
por esa bendita hora
que ante ella te postraste
palio verde que en la noche
va cubriendo tu esperanza,
desconsuelo que en el jueves
se dibuja en tu semblanza
¡quisiera ser oh señora
consuelo para ese llanto!
y cuando llegue la hora
y se cierre el jueves santo
ofrecerte los vergeles
florecidos de amaranto
el aroma de claveles
y el terciopelo de un manto
como lloraba María
la tarde del Jueves Santo
y en esa inmensa agonía
derrama el caudal de su llanto
¡oh madre esplendorosa
entre el nardo florecido!
¿por qué la cruz se ha rendido
en tu rostro dolorosa?
y en tu inexorable destino
esas aristas te abrazan
y son tu aliento divino
en la cruz de tu Esperanza.
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